Lima, 25 de febrero de 2010
Señor Luis Alva Castro, Presidente del Congreso,
Señora Ana Luisa Alva Parodi, Presidenta del Comité de Damas del Congreso de la República,
Distinguido y selecto público en general, tengan todos Uds., muy buenas noches.
Quisiera, ante todo agradecer, al Congreso de la República y a su Fondo Editorial y al Comité de Damas por la organización de este evento y también por la oportunidad de participar.
He sido invitado, junto con Luisa Elvira Belaunde, como “comentarista” de la colección de Cuentos Pintados del Perú (de los pueblos Awajún, Asháninka y Shipibo-konibo), bajo la dirección del doctor Pablo Macera. Por eso, antes de cumplir con mi objetivo, agradezco a los autores del libro por el esfuerzo desplegado y el tiempo prestado. Los cinco “libros” transcritos en versión bilingüe, como ya algunos lo han visto, incluyen diversas imágenes en las que los autores invitan a los lectores a ir más allá de lo que ellos mismos narran, cual poetas con sus poemas.
Dejo los aspectos formales de la traducción de los cuentos a los especialistas y - en lo que sigue de mi participación comentaré dos temas, que a mi parecer, atraviesan, como hilo conductor, a los cinco “libros”. El primero de ellos es el “vínculo” entre la Naturaleza y el ser humano. El segundo tema, aunque no tan explícitamente planteado en los libros, es el tema de un lenguaje “metafórico”.
Para comentar el primer tema me baso en el libro número dos, libro que presenta los cuentos de la cultura Shipibo-konibo; en el cuento “Ayahuasca-Datem”, página treinta y cinco del libro número tres, libro que narra los cuentos de la cultura Awajún y el libro número cinco, en el que se narra los cuentos de la cultura Asháninka.
Los libros dos, tres y cinco, en forma de cuentos, tocan uno de los temas capitales de las culturas ya mencionadas, así como de otras culturas originarias de América Latina. Esos “cuentos” vienen a ser como la punta de un iceberg o la pequeña punta de una gran montaña (o como la “Caja de Pandora”).
Aunque debido al tiempo y al objetivo del evento me limito a no entrar en detalles, soy de la idea de que deberíamos saber, en términos generales, en qué sentido se habla cuando se dice “vínculo entre la naturaleza y el ser humano”.
El libro número dos, por ejemplo, menciona a los “dueños de las plantas”. Cada planta, según la cultura Shipibo-konibo, tiene un espíritu, al “igual” que los seres humanos, aunque no en el mismo sentido. La diferencia entre ambos espíritus es que los espíritus de las plantas no se relacionan mediante un lenguaje al cual los seres humanos estamos acostumbrados.
Ahora bien, estoy seguro que al oír la afirmación que acabo de hacer, el público dirá que eso no es verdad, puesto que los únicos seres vivos que tienen espíritu somos los seres humanos. En realidad, tampoco esta última postura es verdadera, solamente así nos han dicho y así nos hemos habituado; ya que, de la necesidad absoluta del juicio de que los seres humanos tengan espíritu, evidentemente no se da (o se colige) la necesidad absoluta para negar que otros seres vivos carezcan de espíritu. Quizá, el error está en no saber explicar en qué sentido es que los seres vivos tienen espíritu. Me refiero a todos los seres vivos. Me gustaría explicar esto detalladamente, pero esto no es mi objetivo y además el tiempo nos apremia.
A partir de lo dicho anteriormente y de acuerdo al mundo Shipibo-konibo, para tener acceso o uso de las plantas hay que pedir permiso a los espíritus de las mismas.
Asimismo, el cuento de la Ayahuasca-Datem, habla del espíritu de la planta. Ahora, es necesario que el público sepa que lo que usualmente se conoce como Ayahuasca, en realidad, es un combinado de dos plantas: Datem y Yaji. De acuerdo a la tradición awajún, las personas normales hacen uso del Datem y raras veces el combinado, mientras que los “tunchi-brujos” y los “iwishin-curanderos” usan, casi exclusivamente, el combinado. Además, si bien la Ayahuasca (en contraposición al “combinado”) tiene su espíritu, el uso de esta planta es para comunicarse con el Ajútap (ser intangible) para así “tener kaja-“sueño” o visión”, de acuerdo al mundo awajún.
Casi al finalizar este primer tema, los Asháninka plantean, de acuerdo al libro número cinco, como lo comparten otros pueblos originarios, que no solamente las plantas, sino también otros seres vivos como la “chicharra”, el “otorongo”, la “hormiga”, etc., tienen espíritu. Esta postura de la cultura Asháninka podemos explicarlo basándonos en la cultura Awajún y de su concepción del Ajútap.
La cultura Awajún tiene una propia formación llamada Waímat. Esta formación se inicia, especialmente en los varones, desde los cinco años hasta los treinta, treinta y cinco y cuarenta años. En awajún se dice “jintá wégamu”. Consiste en una formación mediante las plantas (Baikua, Tsaan, Datem y Waís), siguiendo unas normas bajo la guía de una waímaku y el padre (con este último me refiero al padre biológico y no al sacerdote, como comúnmente también lo llamamos “padre”). La idea consiste en que al final, quienes se forman mediante esa experiencia, tengan muchas “visiones” o “kaja”. Las visiones o “kaja” son una “fuerza-sabiduría” que el Ajútap da a quien se forma, en el sentido de formación que acabamos de explicar. El Ajútap se manifiesta mediante múltiples figuras, de acuerdo al carácter, a la capacidad y nivel espiritual de cada individuo. Así, estas múltiples manifestaciones del Ajútap toman nombre de “fuerza del viento”, “fuerza de la anaconda”, “fuerza del ikanmach” y es en ese sentido que podemos comprender cuando los Asháninka narran los cuentos guerreros en el libro número cinco. Espero no estar diciendo lo contrario a ellos, es decir, a los Asháninka.
El lenguaje “metafórico”, tal como lo anuncié, es el segundo tema de mi comentario. Para hablar acerca de este tema me baso en las siguientes imágenes: “mapa del cielo Shipibo” página diecisiete (17) del libro número uno (1), la imagen de las páginas veinte (20), veintiuno (21) del mismo número del libro y la imagen de la pagina 22 del libro número cinco (5).
Quisiera reiterar mi gratitud a los autores de los libros de los cuales hoy estamos comentando, puesto que no es fácil escribir cuentos y, a la vez, dibujar y pintarlos.
Mi selección de las imágenes de las páginas señaladas se debe a que, a mi parecer, son imágenes hechas no sólo a partir del cuento ni mirando la realidad desde la perspectiva habitual, sino que ha sido un despliegue de la experiencia con y mediante algunas plantas, que debido al arte y pericia del artista “parecen ser” sacadas de alguna película de ficción, al menos, para muchas personas que no “conocen” el saber de los Pueblos Originarios. Quizá por lo mismo, personalmente, no me sorprende el título de esta colección: “Cuentos” pintados del Perú. Porque el público común comprende rápidamente por “cuento” lo que significa aquello literariamente y así está muy lejos de comprender que estos “cuentos”, en realidad, están ligados a aspectos muy “profundos” de las culturas mencionadas con anterioridad. Pero esta actitud, a estas alturas, resulta bastante comprensible, ya que no se debe exclusivamente, al menos así quiero pensarlo, a una falta de respeto, sino a la ignorancia.
Las imágenes de las páginas diecisiete, veinte y veintiuno del libro uno, si bien el cuento nos dice que es sobre “figuras de animales mágicos, demonios y seres de la oscuridad”, la cercanía de la Luna y su novia, el “alacrán” y el “ciempiés”, son tan reales como la misma realidad, según las culturas ya mencionadas. En efecto, en nuestra realidad habitual, existe el “alacrán, el ciempiés, los animales mágicos, demonios y seres de la oscuridad” y también constatamos la cercanía de una estrella durante la luna nueva.
Ahora, el “lenguaje metafórico” en este caso se cumple cuando los seres reales también son reales cuando se ven “mediante la toma de algunas plantas”, pero lo son a un nivel “molecular” (y tridimensional), y en ese sentido, el “lenguaje metafórico”, de las imágenes señaladas, informa a quien la ve, que esas “imágenes” no son sólo figuras sacadas del delirio de alguien o de alguna película de ficción, sino que son informaciones sobre seres vivos desde una perspectiva molecular (y tridimensional) pero forzados a un lenguaje habituado a los seres humanos. Esto es así porque “(…) los seres naturales solo pueden ser comprendidos si les atribuimos características humanas” (Narby 2009: 17).
Personalmente, nunca he tenido “sueños” en los cuales vea “molecular” (y tridimensionalmente) a los seres que desde nuestra acostumbrada realidad también existan. Además, desde el mundo científico algo no es un conocimiento verdadero hasta ser comprobado, entonces, les sugiero que cuando puedan tomen la “Ayahuasca” y lo comprueben con sus propios términos lo que acabo de explicarles.
Pasemos a la imagen de la página veintidós del libro número cinco (5). En ella se describe cómo el jaguar manifiesta “su espíritu, asociado al poder y a la sabiduría” a quien lo busca. Muchas veces, esas experiencias “extranormales” mediante las plantas son difíciles de describir debido a la limitación del lenguaje simbólico humano. En ese sentido, hay que agradecer a los autores por sus esfuerzos, no sólo por eso, sino también por compartir con nosotros sus “visiones” colectivas, pues, a fin de cuentas se trata de “visiones” de los pueblos mencionados.
Finalmente, en mi comentario acerca del vínculo entre la Naturaleza y el ser humano he afirmado que los seres vivos tienen espíritu. Manifesté oportunamente que dicha afirmación resultaba contradictoria de acuerdo al sentido común. No obstante, los últimos avances científicos, ya lejos de la visión mecanicista sobre los animales planteado por René Descartes, arguyen que “nuestro parentesco con otras especies es literalmente cierto. Cada ser vivo, incluyendo a la bacteria más diminuta, está hecha de proteínas construidas de acuerdo con instrumentos predeterminadas en moléculas de ADN y ARN. La herencia entre especies es tan extensa que el 99 por ciento de los genes de los ratones también se encuentra en los humanos” (Narby 2009: 52).
Del vínculo entre la Naturaleza y el ser humano se establecen los límites a las actividades productivas, ya que, en la mayoría de los Pueblos Indígenas, “la acción del hombre, en la relación con la naturaleza, se prueba por la fortaleza del grupo y su respuesta razonable a sus necesidades primarias”, y “de ahí, la importancia”, para estos pueblos, “ en saber leer los cambios que se dan en la vida presente, y la sabia respuesta que ese tipo de conocimiento genera ante la exigencia del aquí y ahora” (Tsajuput 2008a: 4, 5). Entonces, no se trata de un “vínculo romántico” entre la naturaleza y el ser humano, como muchas veces se ha pensado y se piensa toda vez que se trata sobre este tema.
No hay nada más gratificante, desde el plano científico, que la demostración, por lo que para comprender de los temas hasta aquí explicados y de otros más que los Pueblos Indígenas vienen tratando, les recomiendo, respetuosa y humildemente, a tomar las plantas que los distinguidos maestros los enseñarán.
Para concluir, quiero animar al Congreso de la República, a los intelectuales y a otras Instituciones, que se interesen a investigar, conjuntamente con los miembros de los distintos pueblos originarios, sobre diversos temas en diferentes áreas del saber humano. Estoy convencido que, si invirtiéramos la misma cantidad de dinero (que se invierte para el estudio del “pasado clásico occidental”, me refiero al mundo greco-romano), para investigar los saberes de los pueblos originarios en nuestro país, podríamos, acaso con orgullo, llegar a aportar nuevos saberes, nuevas maneras de entendernos y entender el mundo y de vivir razonablemente.
Quizá, este “evento”, sea la génesis para posteriores encuentros de intelectuales de distintas culturas peruanas, que más allá de sus orígenes sociales, económicos e ideológicos, puedan con altura, asumir serios cuestionamientos que como país, estamos obligados a responder.
Seé Kuáshat, Muchas Gracias.
E.Tsajuput Dawing.